Lo cierto es que nuestro rostro es la “carta de presentación” más inmediata y, como tal, su aspecto y expresividad tiene una enorme importancia.
La gesticulación constante, el ineludible paso del tiempo y las agresiones físicas externas a las que estamos expuestos hacen que nuestro rostro sufra una serie de cambios que desembocan en lo que globalmente denominamos envejecimiento facial.
Sin necesidad de pasar por un quirófano y en manos profesionales, existen, en la actualidad, una serie de tratamientos médicos que nos pueden ayudar mucho a mejorar nuestro aspecto facial y a retrasar la huella que el paso del tiempo deja.
En este contexto, la famosa toxina botulínica (Botox) consigue, disminuir las arrugas del tercio superior de la cara.
Los implantes faciales son, actualmente, muy seguros, con productos muy bien tolerados y pueden “rellenar” arrugas, perfilar y aumentar el volumen de los labios y definir contornos.
La mesoterapia facial consigue, inyectando (por ejemplo) complejos vitamínicos de eficacia contrastada y ácido hialurónico, inducir la síntesis de colágeno propio mediante el estímulo de los fibroblastos que de forma
Existen también otras muchas técnicas como la radiofrecuencia médica facial, la fototerapia con luz pulsada y ultrapulsada médica, el empleo del plasma y sus derivados (incluidos los factores de crecimiento plaquetarios), la terapia celular regenerativa, los hilos de máxima tensión y un largo etcétera que deberán ser valoradas por un profesional médico para tratar las patologías estéticas faciales del rostro.
Clínica Rinos te ofrece en su Unidad de Medicina Estética facial y Corporal, estos y otros muchos tratamientos médicos con los que se consigue mejorar la hidratación cutánea facial, aumentar la elasticidad perdida y favorecer la regeneración y reparación celular de nuestra piel.
No cabe duda de que un rostro bien proporcionado, con una piel limpia, brillante y tersa, y con buenas expresiones, en definitiva un rostro “bello”, es un rostro que nos atrae y nos transmite paz y serenidad.
La felicidad reside, en gran medida, en sentirnos bien con nosotros mismos y si el rostro es el espejo del alma, cuando nos miramos en un espejo ofrecemos a nuestra alma la imagen de nosotros mismos, haciéndonos sentir muy felices sólo si lo que vemos es acorde con lo que creemos y queremos ser.